• Opinión:

 

EL DILEMA DE EMANCIPARSE O SEGUIR SUMIDO Y SEGUIR IMPULSANDO EL CLIENTELISMO POLÍTICO.

 

Por Ricardo García Jiménez/APIM.

Desde la visión general desde afuera y por encima del sistema existe un eterno dilema entre, por una parte, el emanciparse o seguir sumido en el clientelismo político. Esta aparente paradoja es el resultado de una visión de país que se ha fomentado desde la clase política que detenta del poder hacia sectores sociales desprotegidos. Pero existe un pequeño sector de la población con un claro “deseo de cambio” del régimen de partidos y de un gobierno paternalista que fomenta una falta de conciencia y una inamovilidad del populacho. Esta visión de la realidad social y política que existe en el imaginario social de nuestro país que busca e impulsa una sociedad dependiente de las migajas de los programas sociales que cada administración federal le puede asegurar su permanencia en el poder político.

Buscar una alternancia del poder puede ser una salida para algunos quijotes que promulgan algo distinto, pero la mayoría junto con la clase política confrontan  no necesariamente una alternancia real del poder y un cambio en la estructura social de clases que se han construido en la historia de la nación mexicana desde la Revolución Mexicana de 1910.

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  •  Lo anterior viene al caso para poder comprender que es muy difícil construir una verdadera alianza opositora que busque cambiar un régimen de gobierno y una clase social y política de tintes monárquicos hereditarios en el Estado de México ante las elecciones del próximo domingo 4 de junio de 2017. Donde el sentir de las mayorías dicta estar en contra de una institución política como ha sido el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que ha arropado a los más sórdidos personajes en sus filas. La mayoría absoluta del electorado y de las encuestas señalan que la intención de votos acumulados y concentrados por bloques políticos de derecha (PAN), centro derecha (Partido Revolucionario Institucional Partido Verde Ecologista de México, Nueva Alianza, Partido Encuentro Social) e izquierda (Partido de la Revolución Democrática, Partido del Trabajo y Movimiento Regeneración Nacional), estos últimos, el un voto acumulado, podrían cambiar el orden actual de esta entidad.

    Pero la realidad es que no existe un partido de izquierda, ni un liderazgo de izquierda que pueda hacer que el ciudadano pueda reflexionar su voto para cambiar el orden social político de esa entidad debido, tal vez, porque también las izquierdas poseen intereses y existen personajes con pasados y en su actuares rapaces que tienden a confundir a los votantes mostrándoles que la izquierda también es parte de esa clase política que ha sido asimilada por los usos y costumbres con los que se rigen la clase política y social mexiquense.

    Este virtual desencanto del votante del Estado de México también está asociado  a la calidad moral, política y social de los y las candidatas. Ya que en sus haberes todos han demostrado poseer actitudes poco éticas en su experiencia política que ha estado rodeada de actos de corrupción, riquezas inexplicables, ejercicio del poder sesgado, mal manejo de las finanzas públicas, entre otros aspectos que definen su curriculum político. Ciertamente que para ganar una elección reñida como la de esa entidad hacen falta candidatas (os) con un solvencia moral y política aprueba.

    Un cambio de régimen político y el cambio de una estructura social en esa entidad depende mucho del capital político, la experiencia en la marrullería y las trampas que posean los partidos cuando recurran a su “maquinaria” de movilización, que es la que tiende comprar o intimidar al ciudadano para obtener los votos que los ayude a conservar el poder. Es en este punto donde el llamado clientelismo se encarna y materializa en la medida de quien se deja comprar y quienes compran. El voto duro, el de los militantes reales de cada uno de los partidos que participan en esta contienda electoral definirá la elección de  4 de junio.  

    Pero como ya hemos visto en redes sociales, portales electrónicos de noticias y en noticieros de televisión, como también en radios, las elecciones locales están apostando a inducir a una menor participación electoral que las presidenciales, debido por la estrategia de intimidar a la oposición y a los ciudadanos sin una definición clara de partido o preferencia electoral. Los asesinatos, la quema de autos, la aparición de mantas en diferentes puntos de esas entidad sentenciando que el ciudadano que vote por algo distinto al PRI sufrirá represalias a sus apoyos sociales e incluso a su vida, son algunas de las estrategias que se emplean para hacer que el votante no asista a las urnas en los próximos comicios.

    A pesar de que existe por parte del Instituto Electoral del Estado de México relativos esfuerzos legales para encausar los comicios a una contienda libre y justa, el clientelismo ha venido en aumento con la espiral pobreza y marginación de grandes sectores sociales del Estado de México. En la medida que haya el uso faccioso de los programas sociales tanto federales como estatales en elecciones reñidas, los partidos políticos de cualquier signo tendrán mayores incentivos para intentar comprar votos. Esa será la moneda de cambio en este tipo de comicios que dependerá en gran medida de que tanto, como ya se indicó, el votante se deje intimidar y que tanto sea su necesidad para poder se comprado.

    Si todo el argumento anterior es cierto, podrían existir claves para derrotar el clientelismo. Uno seria buscar una mayor participación electoral local emparejada con las elecciones federales. Segundo, crear mecanismos legales que sancionen aquellos ciudadanos que se dejen comprar o sean renes de este clientelismo político. Tercero, hacer obligatorio el voto que en parte sería un antídoto contra el clientelismo. Cuarto, tener un buen control de beneficiarios de programas sociales unificados en un sólo padrón universal que ayude a que los ciudadanos no sean renes de este clientelismo político, donde esas listas sean públicas y de consulta general. Tal vez las consecuencias de estas medidas sería reducir el peso relativo de las maquinarias electorales y el clientelismo del cual hace uso el PRI que es quien posee estos listados que manejan a su conveniencia.

    Recordemos que en el clientelismo los bienes públicos no se administran según una lógica imparcial de la forma de gobernar, sino que se actúa bajo una apariencia legal de que se utilizan discrecionalmente por los detentadores del poder político en turno; ciertamente que estas formas de actuar se corresponden a figuras penadas jurídicamente como la corrupción. Sin embargo, existen pocos incentivos para que los participantes busquen acabar con el sistema clientelar, puesto que éste se halla institucionalizado (en el sentido sociológico del término) como patrón regular de interacciones entre los gobernados y gobernantes, conocido, practicado y aceptado por casi todos los actores sociales.

    Insistimos que la relación dada entre los clientes y el poseedor del poder político del momento histórico del que se trate este no sólo se apoya en su interés por los favores que pueden recibir a cambio de su adhesión, participación o voto, sino que éste se basa en la concepción que los sujetos tienen sobre el funcionamiento del poder político que en este caso es capaz de corromper y, en las expectativas que así desarrollen a cambio de un incentivo que permita medio sobrevivir al votante.

    El elemento material en el intercambio de este clientelismo tiene así un efecto persistente sobre las expectativas sociales y políticas de los participantes mediante el control de los apoyos sociales otorgados; si bien la relación entre cliente y patrón se inicia a través de un "favor dado", mediante el cual el gobernante, funcionario o líder de partido brinda a un cliente, este (el ciudadano) considerará que es un favor otorgado por una institución, partido o político determinado. Pero no es así. Por que los apoyos son parte de los impuestos que se pagan al sistema hacendario.

    El aspecto más importante en la constitución de este tipo de sistemas clientelares, es el conjunto de creencias, presunciones, estilos, habilidades, repertorios y hábitos que la experiencia política inducida en el imaginario social  haga de manera repetida, directa e indirecta que permita tejer este tipo de relaciones que erigen a los clientes cautivos de ciertos partidos.

    Estos factores consolidan la relación, y disimulan su carácter de transacción material bajo el modelo de "ayuda"; en el clientelismo la irregularidad y falta del cierre de simetrías sociales escamotea su carácter social y ético en la entrega de esas ayudas. Puesto que cliente y el funcionario, el diputado o el partido político de cualquiera de las siglas y colores poseen sus propias estrategias estrtategias para enganchar o intemidar al cliente a su modelo que les permite manipularlos. Concebir al votante como potencial cliente que ayudará con su voto a seguir manteniendo las estructuras de privilegio y de poder de una clase social donde caben todos los partidos políticos, es asumir al votante y que el votante se asumo como objeto de cambio la máxima en la lucha por el poder.

    En la relación clientelar se trata de confundir a los sectores sociales empobrecidos con el sentido pertenencia a un grupo o partido político a través de redes sociales, familiares, étnicas, religiosas y/o deportivas para hacerles sentir como perteneciente a... Es así como estos factores subjetivos contribuyen a vincular más estrechamente a los clientes mediante patrones y pautas de control esperadas en las relaciones clientelares.

    Finalmente, en las políticas clientelares el estado de derecho se relega y relajan los criterios de la aplicación de las misma ley sobre la materia para sancionar la conducta coactiva del compro del voto mediante las estrategias antes descritas. La vigencia del derecho está determinada por el grado de correspondencia entre los vínculos clientelistas que existen entro relación de poder .

    Por eso, ante estas elecciones que se efectuaran en el Estado de México las relaciones clientelistas ha desplazado al derecho emergiendo las acciones de un gobierno priista que opera en la opacidad y la desfachatez de manipular la necesidad de los votantes. La ley y las instituciones dependen del capricho de quienes ostentan el poder, y la norma no guía la conducta de los individuos.

    Por ello, y a pesar de que las izquierdas pudieran cambiar la realidad política y social de esta entidad, desgarciadamente estos partidos también poseen intereses y se rigen con criterios clientelares más atenuados y sesgados para mantener su posición de izquierda electorera. Es así que el estado de derecho es un medio para lograr una falsa legitimidad, un instrumento de manipulación, y a veces, de represión aquellos quijotes que buscan un cambio verdadero y no simulado con un alto riesgo que puede ser la propia vida.